LIBRO UNO
LA RELIGION ALIENTA A LA CIENCIA
El Islam es la religión de la razón y la conciencia. Es decir, es
por medio del discernimiento que reconocemos la verdad que proclama
la religión y establecemos las conclusiones del caso. Quien se vale
de la razón y de la conciencia cada vez que debe averiguar el origen
de algo, puede comprender, aunque no sea un experto en la materia,
que fue creado al igual que todo lo que hay en el universo por el
Poseedor de una Sabiduría, Conocimiento y Poder sin par. Con sólo
descubrir algunos de los millones de factores que posibilitan la vida
en la Tierra, ya puede entender que el universo fue diseñado para
sustentarla. Por consiguiente, quien hace uso de la razón y sigue
lo que la conciencia le dicta, puede constatar de inmediato lo absurdo
de la suposición de que el mundo pasó a existir por casualidad. En
resumen, quien recurre a la razón y a la conciencia puede reconocer
los Signos de Dios con toda claridad. Un versículo del Corán se refiere
a este tipo de gente:
que recuerdan a Dios de pie, sentados o echados, y que meditan en
la creación de los cielos y de la tierra: "¡Señor! No has creado todo
esto en vano. ¡Gloria Ti! ¡Presérvanos del castigo del Fuego!" (Corán,
3:191).
Los signos de la existencia de Dios, el Creador Exaltado, se presentan
claramente en el universo a cualquiera que reflexione, se valga
del discernimiento y siga su conciencia.
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En el Corán Dios llama a la gente a reflexionar y a examinar los signos
de la creación que le circundan. El Profeta Muhammad, Mensajero de Dios
(la bendición y la paz sean con él -BP--), también ordenó a la gente
la búsqueda del conocimiento. Incluso remarcó que es nuestra obligación.
Dicen dos hadices (tradiciones) auténticos:
La búsqueda del conocimiento
es una obligación de todo musulmán1.
Adquiere conocimiento y compártelo
con la gente2.
Cualquiera que indague respecto de la forma en que operan el universo
y las cosas vivientes y considere e investigue lo que ve en su entorno,
llegará a percatarse de la Sabiduría, Conocimiento y Poder sin igual
y sin fin de Dios. El Corán nos señala algunas de las cuestiones que
El nos invita a sopesar:
¿No ven el cielo que tienen encima, cómo lo hemos edificado y engalanado
y no se ha agrietado? Hemos extendido la tierra, colocado en ella
firmes montañas y hecho crecer en ella toda especie primorosa, como
ilustración y amonestación para todo siervo (de Dios) arrepentido.
Hemos hecho bajar del cielo agua bendita, mediante la cual hacemos
que crezcan jardines y el grano de la cosecha, esbeltas palmeras de
apretados racimos, (Corán, 50:6-10).
Es Quien ha creado siete cielos superpuestos. No
ves ninguna contradicción en la creación del Compasivo. ¡Mira otra
vez! ¿Adviertes alguna falla? (Corán, 67:3).
¡Que considere el hombre de qué ha sido creado! (Corán, 86:5).
¿Es que no consideran (los infieles) cómo han sido creados los camélidos,
cómo alzado el cielo, cómo erigidas las montañas, cómo extendida la
tierra? (Corán, 88:17-20).
Vemos pues que los versículos mencionados determinan claramente que
Dios convoca a la humanidad a estudiar y examinar los distintos elementos
de la naturaleza, tal como los cielos, la lluvia, las plantas, los
animales, la procreación y los rasgos geográficos sobresalientes.
Y como ya lo indicamos, es por medio de la ciencia que debemos llevar
adelante esta tarea. La observación científica introduce al ser humano
en los misterios de la creación y, en última instancia, en la Sabiduría,
Conocimiento y poder eternos de Dios. La ciencia es un camino para
alcanzar la justa estima de Dios, razón por la cual, a través de la
historia, un gran número de científicos que han prestado importantísimos
servicios a la humanidad, fueron devotos creyentes en Dios.
La Fe en Dios Anima y Motiva a los Científicos
Como mencionamos antes, la religión anima a la ciencia
y hace que los científicos guiados por la lógica fortalezcan su fe
al captar los signos de la creación de Dios de manera consciente.
En cada campo de investigación del que se ocupan y en cada descubrimiento
que hacen, se confrontan con sistemas perfectos creados con una gran
sutileza y precisión. Como expresó el Profeta Muhammad, Mensajero
de Dios (BP): Quien investiga para obtener conocimiento es un devoto
de Dios3.
El científico que investiga un sistema tan complejo y perfecto como
el ocular, descubrirá que algo así nunca podría haberse desarrollado
a través de un proceso o cadena de casualidades. Por el contrario,
se dará cuenta de que cada detalle de la estructura del ojo es un
milagro de la creación. Al constatar que dicho órgano está compuesto
por docenas de componentes que operan en armonía, incrementará su
admiración por Dios, Quien lo creó.
De
manera similar, el científico que investiga el cosmos se encontrará
con miles de equilibrios admirables y aumentará su sed de conocimiento
al descubrir que miles de millones de galaxias y miles de millones de
estrellas dentro de las mismas, continúan su existencia armónica en
un espacio ilimitado.
El ser humano de fe tendrá siempre el acicate y la inspiración para
conducir estudios científicos que lleven a descubrir los misterios
del universo. Alberto Einstein, considerado el mayor genio del siglo
pasado, se refiere en uno de sus artículos a la inspiración que obtienen
los científicos de la religión: ... Sostengo que el sentimiento religioso
que inspira el cosmos es el motivo más fuerte y noble para la investigación
científica. Sólo aquellos que comprenden los inmensos esfuerzos que
hay que invertir al efecto y, especialmente, la ineludible devoción
que exige el trabajo de pionero en ciencia teórica, son capaces de
entender la fuerza emotiva que dicho trabajo llega a hacer fluir,
puesto que se trata de algo que tiene muy poco que ver con las realidades
inmediatas de la vida. ¡Sin una profunda convicción en la racionalidad
del universo y un deseo ardiente de entenderla, Kepler y Newton no
habrían podido invertir tantos años de trabajo en soledad para elucidar
los principios de la mecánica celeste!
Quienes sólo entienden
como conocimiento científico la búsqueda de resultados prácticos,
desarrollan una idea totalmente falsa de la mentalidad de las personas
que, inmersas en un mundo de escépticos, han mostrado el camino a
los espíritus afines ampliamente diseminados por el mundo a lo largo
de los siglos. Sólo quienes han consagrado su vida a objetivos similares
pueden lograr una vívida percepción de lo que ha inspirado a esas
personas y les ha dado la fuerza para mantenerse fieles a sus propósitos
a pesar de sus incontables fracasos.Es
el sentimiento religioso cósmico lo que les da semejante fuerza. Un
contemporáneo ha dicho, con razón, que en esta era materialista los
trabajadores más serios son los profundamente religiosos4.
Johannes Kepler contó que se comprometió en el camino de la ciencia
para ahondar en el conocimiento de los trabajos
del Creador, en tanto que Isaac Newton, otro gran científico,
manifestó que lo que más impulsó su interés por
la ciencia fue su deseo de un mejor conocimiento y una mejor percepción
de Dios.
Estas son las observaciones de sólo algunos de los más eminentes
científicos del pasado. Al igual que otros centenares que veremos
en las próximas páginas, su creencia en la existencia de Dios a través
del estudio de distintas cuestiones del universo e impresionados por
las leyes y los fenómenos que Dios ha creado de forma tan magnífica,
anhelaban seguir adelante sus investigaciones.
Como vemos, el deseo de enterarse de qué forma Dios creó el universo,
ha sido el factor más motivador para muchos científicos a lo largo
de la historia. Esto es esencial, porque quien percibe que el universo,
y todo lo viviente en particular, ha sido creado, también percibe
que dicha creación tiene un propósito. La aspiración de comprender
ese sentido, de descubrir sus señales y sus detalles, es lo que puede
acelerar en gran medida la investigación científica.
Sin embargo, si se niega la creación del universo,
y de lo viviente en particular, sucede que también desaparece el sentido
más profundo de la investigación. El científico que acepta la filosofía
materialista y el darwinismo, parte de la idea de que el universo
no tiene un fin determinado y que todo es fruto de la simple casualidad.
Por consiguiente, su investigación no tendrá un sentido categórico.
Acerca de esto dijo Einstein: No he encontrado
ninguna forma de expresar con más certeza la naturaleza racional de
la realidad, hasta donde es accesible a la mente humana, que definiéndola
como religiosa. En cualquier caso que este sentimiento esté ausente,
la ciencia degenera en un empirismo desalentador5.
De ser así, el científico apuntará sólo a alcanzar la fama personal
a través de un descubrimiento sorprendente, a ser recordado por la
historia o a hacerse rico, cosas que pueden alejarlo de la sinceridad
y la integridad en su disciplina. Por ejemplo, si la conclusión a
la que llega se revela en contradicción con la visión existente en
la comunidad científica, puede verse forzado a mantenerla como un
secreto para no verse privado de la fama, calumniado o degradado.
La aceptación de la teoría de la evolución durante
tanto tiempo en el mundo científico, es una prueba de esa falta de
sinceridad. Gran cantidad de estudiosos son conscientes de que la
teoría de la evolución dista mucho de explicar el origen de la vida
pero no lo pueden manifestar abiertamente por miedo a una reacción
negativa. El físico británico H. D. Lipson hace la siguiente confesión
en esta línea de pensamiento: De la materia viviente conocemos mucho
más que lo que sabía Darwin. Sabemos cómo funcionan los nervios y
considero que cada uno de ellos es una obra maestra de ingeniería
eléctrica. En el cuerpo tenemos millones...
Cuando pienso en este tema, la palabra que me viene a la mente es
"diseño", cosa que no les gusta a mis colegas biólogos6.
La palabra "diseño" o "designio" es descartada en la literatura científica
porque, simplemente, disgusta. Muchos estudiosos sucumben ante ese
dogmatismo. Dijo Lipson en este sentido:
En realidad, el evolucionismo se convirtió en una especie
de religión científica. Casi todos los científicos lo han aceptado
y muchos están dispuestos a "forzar" sus observaciones para que se
ajusten al mismo7.
Esta situación indeseable es el resultado del engaño
que representa una "ciencia sin Dios" impuesta de manera generalizada
sobre la comunidad científica desde mediados del siglo XIX. Sin embargo,
como afirmó Einstein, la ciencia sin la religión
renquea8. Esto no sólo ha conducido a
algunos científicos hacia objetivos equivocados sino que también ha
dado lugar a la aparición de esos que, si bien reconocen el error,
permanecen indiferentes o silenciosos respecto del mismo.
Nos ocuparemos más de este tema en las próximas páginas.
El "Ansia por Servir" de los Científicos Creyentes
Debido a que los científicos que creen en la unicidad de Dios y su
Omnipotencia no desean de modo especial las cosas mundanales (buena
posición material, rango, reputación, dinero), encaran con total sinceridad
la investigación a la que se dedican. Saben que cada misterio del
universo que develen incrementará el conocimiento de Dios de toda
la humanidad y ayudará a aumentar la consciencia de Su poder y conocimiento
infinitos.
Un acto muy importante y verdadero de adoración por parte del creyente
es confirmar a los seres humanos la existencia de Dios y exhibirles
la realidad de la creación.
Los científicos creyentes, guiados por ese tipo de preocupaciones,
llevan a cabo sus investigaciones con gran entusiasmo para descubrir
los sistemas maravillosos y mecanismos perfectos que operan en la
naturaleza, las leyes del universo y los comportamientos de los seres
vivientes. Logran grandes resultados y hacen importantes progresos.
Nunca se desalientan frente a los problemas que encuentran ni se descorazonan
al no ser tenidos en cuenta por otros. Sólo buscan la aprobación de
Dios por el trabajo que realizan.
Toda criatura viviente en el universo posee un diseño perfecto.
Por ejemplo, como lo expone el físico Lipson, un pequeño nervio
es una obra de arte de ingeniería electrónica. |
Se esfuerzan sin límites y sinceramente con el objeto de servir a
otros de la mejor forma posible, para agrado de Dios, lo cual los
lleva a ser muy prolíficos y obtener resultados positivos.
Caen en un gran error quienes sostienen que la ciencia debe diferenciarse
de la religión. Antes que nada, los que no creen en Dios no pueden
experimentar el crecimiento espiritual que brinda la práctica religiosa.
En consecuencia, los proyectos científicos que inician con ardor caen
pronto en la monotonía y el desaliento. Lo único que les queda entonces
es la búsqueda de beneficios mundanos. Por consiguiente, el interés
en la investigación quedará condicionado a la obtención de riqueza,
prestigio, etc. Por ejemplo, si un científico quiere tener renombre,
desarrollará su investigación sólo en esos campos que le permitan
alcanzarlo. No trabajará de manera gratuita en proyectos que sean
de beneficio para la humanidad, salvo si sirven a su interés personal.
De tener que elegir entre dos campos de investigación, se encaminará
por el que le pueda proporcionar mayores réditos y descartará el otro,
aunque sea más útil para la humanidad. En resumen, es muy raro que
este tipo de científicos sea de provecho para todos los pobladores
del mundo porque no sirven al bien común, al menos que les represente
gratificaciones inmediatas. En la medida que desaparece la posibilidad
del provecho individual, desaparece su disposición de servicio.
El Profeta Muhammad, Mensajero de Dios (PB), también se refirió al
daño que puede ocasionar esa forma de pensar:
No adquieran conocimiento sólo para polemizar con otros
estudiosos y demostrar superioridad sobre ellos o para discutir con
el ignorante o para atraer la atención de la gente9.
Por otra parte, el Profeta Muhammad (BP)
alabó la difusión del conocimiento útil:
Dios bendice a aquellos que instruyen a la gente
con conocimientos provechosos10.
Al estudioso que cree en Dios, tiene motivaciones buenas y sinceras
y es consciente de las bendiciones que recibirá, se le abren nuevas
perspectivas no sólo en el campo de la ciencia sino en muchas otras
esferas de la vida, como la del arte, la cultura, etc. Nunca siente
decaer su espíritu elevado sino que se incrementa en gran medida.